Las e-Bikes se han popularizado en un tiempo récord especialmente entre los aficionados al ciclismo de montaña y los usuarios de la bici urbana.
La industria de la bicicleta ha puesto muchos recursos en promover la venta de bicis eléctricas que ayudan al esfuerzo del ciclista mediante un motor impulsado por una batería eléctrica. Ahora parece que le llega el turno a las bicis de carretera, el último segmento del “ciclismo eléctrico” impulsado con las marcas. Obviamente, e-Bikes de carretera existen desde hace años, pero en los últimos meses muchas marcas han lanzado nuevos modelos que reúnen una serie de características comunes.
Y es que una de las características más llamativas del aspecto de este tipo de bicicletas es que no parecen bicicletas eléctricas. Se nota el esfuerzo por ofrecer unos diseños en el que la batería y la unidad de propulsión quede lo más integrada posible en el aspecto general de las e-Bikes de carretera. Entendemos que esto se debe a que el usuario del ciclismo de carretera tiene una mentalidad sobre todo deportiva y por eso la industria piensa que para que les gusten las e-Bikes estas deben ser más disimuladas.
Pero el ciclismo eléctrico trasladado a las carreteras plantea una serie de problemas que no se dan en el de montaña. Recordemos que para que una bicicleta sea considerada e-Bikes debe contar con un sistema de pedaleo asistido –nunca puede ser un motor de impulsión autónoma–; es decir, una ayuda al pedaleo del ciclista que se corta cuando este deja de pedalear y cuando se alcanzan los 25 km/h. Este dato es importante, porque mientras que en el BTT las medias de las salidas suelen situarse normalmente por debajo de esa velocidad media, en carretera eso no está tan claro. Si no vamos por un terreno muy montañoso, una ruta de carretera (sin bici eléctrica) se puede situar fácilmente al menos cercana a los 25 km/h.
¿Qué pasaría si usáramos una e-Bike para una ruta así?
Pues que en muchos tramos, llanos o favorables, el motor no podría funcionar porque estaríamos superando esos 25 km/h que limita el “pedaleo asistido”. En esos casos, hay que recordar que el ciclista estaría sobre una bici de carretera convencional pero con la pega de que pesaría unos 14 kg, esto es, entre 4-6 kg más que una bici de carretera convencional. Sin embargo, en terreno muy montañoso, estas bicis eléctricas quizás sean más útiles porque en esas rutas el ciclista solo suele superar los 25 km/h en las bajadas, un terreno en el que las bicis eléctricas y su peso añadido pueden ser, en cierto modo, una ventaja. Eso sí, en este tipo de rutas montañosas hemos de ir con cuidado con la gestión de la duración de la autonomía.
Como vemos las bicis eléctricas de carretera presentan una serie de peculiaridades que hasta ahora no nos habíamos planteado en el segmento del ciclismo de montaña, por ejemplo. Habrá que estar atentos a ver cómo evoluciona este tipo de bicicletas en los próximos años.