La Vuelta a España es una de las tres Grandes Vueltas del ciclismo y ha sido testigo de ascensiones épicas a lo largo de su historia. Los puertos de montaña en La Vuelta son un desafío tanto para los ciclistas como para los equipos, siendo decisivos en muchas ediciones. En este artículo, te presentamos los cinco puertos más emblemáticos que han definido el destino de La Vuelta y que siguen siendo parte del imaginario colectivo del ciclismo.
Lagos de Covadonga: el coloso asturiano
El Alto de los Lagos de Covadonga es uno de los puertos más icónicos de La Vuelta. Se encuentra en el Parque Nacional de los Picos de Europa, y su primera inclusión en la carrera fue en 1983. Este puerto tiene una longitud de 12,5 kilómetros con una pendiente media del 6,9 %, aunque algunas rampas superan el 10 %.
A lo largo de los años, ciclistas como Laurent Jalabert, Pedro Delgado y Nairo Quintana han dejado su huella en este puerto, que ofrece un escenario imponente tanto por su belleza natural como por la dureza de su ascensión.
Angliru: el puerto más temido de La Vuelta
El Alto de l’Angliru, situado en la sierra del Aramo, en Asturias, es uno de los puertos más temidos por los ciclistas. Con 12,5 kilómetros de longitud y una pendiente media del 9,8 %, lo que realmente marca la diferencia son sus tramos más duros, como la Cueña les Cabres, donde la pendiente alcanza un brutal 23,5 %.
El Angliru debutó en 1999, y desde entonces ha sido escenario de grandes batallas, como la de Alberto Contador en 2017, donde consiguió su última victoria en La Vuelta. Es un puerto que ha definido el destino de la carrera en varias ocasiones, hasta convertirse en un clásico.
El Angliru debutó en 1999, y desde entonces ha sido escenario de grandes batallas, como la de Alberto Contador en 2017, donde consiguió su última victoria en La Vuelta. Es un puerto que ha definido el destino de la carrera en varias ocasiones, hasta convertirse en un clásico.
La Bola del Mundo: el reto final
La Bola del Mundo es un puerto reciente en la historia de La Vuelta, debutando en 2010. Situado en la Sierra de Guadarrama, tiene una longitud de 21 kilómetros si se incluye el Puerto de Navacerrada, pero los últimos 3,2 kilómetros son los que realmente hacen de este puerto un reto extremo, con rampas que alcanzan el 23 % y un terreno irregular que añade mayor dificultad.
Este puerto ha sido escenario de finales dramáticos, como en 2012, cuando Alberto Contador aseguró su victoria general sobre Alejandro Valverde y Joaquim Rodríguez en una de las etapas más emocionantes.
Alto de Aitana: el gigante alicantino
El Alto de Aitana, situado en la provincia de Alicante, es uno de los puertos más largos y duros de La Vuelta. Tiene una longitud de 21 kilómetros y una pendiente media del 5,9 %. Debutó en 2001 y ha sido final de etapa en varias ocasiones, siempre decisivo en la última semana de la carrera.
Aitana ha visto grandes batallas por la clasificación general, como en 2016, cuando fue final de la penúltima etapa y Nairo Quintana selló su victoria en La Vuelta. Su longitud y la acumulación de desgaste lo convierten en un puerto temido por los ciclistas.
Alto de El Gamoniteiru: la nueva bestia
El Alto de El Gamoniteiru, debutante en 2021, es un puerto que rápidamente se ha ganado un lugar entre los más duros de La Vuelta. Situado también en Asturias, comparte la dureza de su vecino, el Angliru. Tiene una longitud de 14,6 kilómetros y una pendiente media del 9,8 %, con tramos que llegan al 17 % en su parte final.
Su primera aparición en La Vuelta fue decisiva en la general, con la victoria de Primož Roglič, que consolidó su liderato en la carrera. Este puerto promete ser uno de los más icónicos en las próximas ediciones de la carrera.
En definitiva, estos cinco puertos de La Vuelta han marcado la historia de la competición con momentos épicos e inolvidables y seguro que nos regalarán muchos más momentos vibrantes en el futuro. Desde los históricos Lagos de Covadonga hasta la brutalidad del Angliru, cada puerto es un desafío que puede cambiar el destino de la carrera y que, para los ciclistas, representa uno de los mayores retos del ciclismo profesional.