Ahora que llega el verano, empiezan las actividades estivales para niños, y entre ellas también hay espacio para el ciclismo: los campus de verano. Algunos son ya famosos como el de Cervera de Pisuerga (Palencia) o el Campus Xavi Tondo. Lo cierto es que pocas experiencias hay en el mundillo ciclista para niños tan intensas y aprovechadas al máximo como un campus donde se junte un grupo de chavales, de edades parecidas, procedentes de diferentes puntos de España. De ahí que en esta entrada de hoy queramos hacer una reflexión sobre los campus de ciclismo.
Estas concentraciones suelen realizarse divididas en grupos de edad, para que los grupos no sean muy heterogéneos. Dependiendo de la organización, pueden oscilar entre edades de escuelas y juveniles, es decir, entre ocho y dieciocho años. Los niños se juntan en un lugar concreto y allí realizan diversas actividades con la monitorización del personal que dirige el campus. El programa abarca un sinfín de acciones.
Obviamente, el ‘plato fuerte’ de los campus suelen ser las rutas en bici por los alrededores del lugar de concentración. Salidas que permiten conocer lugares que de otra manera los niños no visitarían. Pero hay muchas más actividades más allá del mero entrenamiento y que a lo largo de un campus pueden ser aún más provechosas.
Sobre todo los talleres y charlas
Los niños aprenden a conocer mucho mejor la bicicleta, la máquina con la que se van a desenvolver después. También a respetar la mecánica y arreglar algunas averías a su alcance que les dará mucha autonomía para cuando empiecen a salir por sí solos a la carretera –pinchazos, roturas de radio, problemas con el cambio, etcétera-, auténticos cursillos intensivos para algo con lo que los niños no suelen estar muy familiarizados.
Y luego, las charlas
Directores de equipos y ciclistas profesionales son invitados frecuentemente a los campus para contar sus experiencias, responder a las preguntas que se les ocurran a los niños y pasar un rato con ellos. Para los chavales es todo un acontecimiento ver de cerca a algunos de sus ídolos, y a gente que ha podido hacer realidad el sueño de ser ciclista.
Como todo, en los campus también hay tiempo para el ocio y esa suele ser la parte más divertida y en la que los niños acaban llevándose nuevos amigos. Así que, como regalo de verano por las buenas notas, la asistencia a un campus de ciclismo donde los niños respiren este deporte por los cuatro costados es una experiencia muy positiva.