Decíamos en el segundo día de descanso que la Vuelta a España estaba abierta, que el paso por la alta montaña había dejado la general en un puño y en la pomada a un rodador poderosísimo, Tom Dumoulin, que podía hacer de las suyas en el recorrido llano de la contrarreloj de Burgos. Tenía potencial para sentenciar la carrera en su favor y casi lo hizo. Su actuación fue tan magnífica como se esperaba, pero un rival escapó vivo. El hasta entonces líder, Fabio Aru, rompió los pronósticos y sólo le cedió el maillot rojo por tres segundos.
Pese a la ascendente de vestir la preciada prenda, pese a estar Purito, Majka y compañía eliminados, pese a no quedar finales en alto, a Dumoulin le quedaba muchísimo que hacer hasta poder proclamar que la Vuelta a España era suya. Pasaron dos etapas de media montaña y en ellas el neerlandés mantuvo el tipo perfectamente ante los ataques de su rival italiano, perfectamente apoyado por su equipo, Astana. Y entonces llegó la sierra madrileña.
Era una jornada de alta montaña
Partía de El Escorial y atravesaba cuatro puertos largos y sin grandes pendientes antes de un descenso hasta la meta situada en Cercedilla. Había mil opciones tácticas y todos los rivales de Dumoulin las utilizaron, buscando explotar la debilidad de su equipo, un Giant-Alpecin plagado de rodadores que apenas podía respaldar a su joven vueltómano cuando la carretera se empinaba. Movistar, que quería meter a Nairo Quintana en el podio, metió hasta tres hombres en la fuga. Astana puso dos. Giant, a ninguno. Ahí estuvo la clave.
En el penúltimo puerto de la jornada, Astana puso a Mikel Landa a marcar un paso elevadísimo buscando despegar a Dumoulin de la rueda de Aru, a quien primorosamente había marcado hasta entonces. El vasco, probablemente el escalador más fuerte de esta Vuelta, cumplió con su cometido y, no solo eso, sino que remolcó a su líder hasta la cima del puerto, donde los dos gregarios filtrados en la escapada aparecieron para llevar a Aru en volandas al maillot rojo. Dumoulin, por su parte, se quedó solo y devastado, incluso se cayó del cajón de Cibeles, que finalmente completaron Purito Rodríguez y Rafal Majka. Su desolación en meta, rodeado de medios neerlandeses que buscaban sus palabras y sólo hallaron silencio, era terrible. Al menos, en el esprint final de Madrid, John Degenkolb ganó para poner en la cara de su compañero la sonrisa con que merecía despedirse de una Vuelta a España de alarido.