El ciclismo en ruta no fue ajeno al relato de crisis económica que azotó a España durante la mayor parte de este último decenio. El pelotón nacional pasó entre 2006 y 2015 de 14 equipos a 4, de 290 corredores profesionales a 144. Esa crisis a nivel de actores se vio reflejado también en los escenarios ciclistas: de 133 días de competición a 65. Toda la pérdida en este aspecto sucedió en la base. Se mantuvieron constantes las pruebas World Tour, con Volta a Catalunya, Vuelta al País Vasco, Clásica de San Sebastián y Vuelta a España aguantando el tirón. Fueron las carreras menores, las .1 y .2 donde los equipos modestos se parten los cuernos y los ciclistas jóvenes se foguean, las que desaparecieron en masa.
Esta deprimente tendencia ya se invirtió la pasada campaña en ciclismo de carretera, con la Vuelta a Andalucía recuperando un día de competición y la Vuelta a Madrid y la Vuelta a Asturias resurgiendo con atractivos formatos de dos jornadas. Fueron los primeros hitos de un restablecimiento que este invierno ha marcado dos nuevos con la resurrección de dos rondas por etapas históricas:
La Vuelta a la Comunidad Valenciana y la Volta a Lleida
La ronda valenciana tenía una larga historia que se remontaba a 1929, primer año en que se disputó la Vuelta al Levante con victoria del legendario Mariano Cañardo. Fue en 1984 que tomó su denominación actual y en 2008 cuando se disputó su última edición hasta la fecha, con victoria del alicantino Rubén Plaza. Por fortuna, la primera semana del próximo mes de febrero volverá a celebrarse gracias a la labor de los hermanos Ángel y Rafael Casero, ex ciclistas de relieve (Ángel ganó una Vuelta a España; Rafa fue profesional 7 temporadas) que han pasado todo este año trabajando denodadamente para recuperar una prueba de cinco etapas. Por lo pronto se sabe que iniciará con una contrarreloj por equipos entre Benicassim y Oropesa, tendrá un final en alto en el mítico Xorret de Catí y un gran final en Valencia. Ya se conoce el cabeza de cartel de una participación que promete ser de impresión: Fabio Aru, ganador de la reciente Vuelta a España.
Con respecto a la Volta a Lleida, su andadura se remonta a 1942. En su época moderna era una prueba de referencia dentro de la categoría .2, en la cual se mezclan los equipos profesionales más modestos y los mejores equipos amateur. En su palmarés aparecen nombres del calado de Denis Menchov, ganador en 1997, o Lars Boom, que en 2008 se hizo con la última edición UCI de la prueba. A la temporada siguiente bajó a la categoría amateur; después, interrumpió su disputa hasta que en 2014 un grupo de personas liderado por el medallista olímpico Sergi Escobar se decidió a reflotarla. Dos años ha durado la carrera en aficionados antes de dar el salto a su posición original. Esta temporada ciclista será el único evento .2 que se dispute en territorio español y tendrá lugar sobre cinco etapas en la primera semana del mes de junio, rellenando un hueco vacante en el calendario nacional desde la desaparición de la Euskal Bizikleta.
Estos 10 nuevos días de competición en ciclismo, combinados con la continuidad de los 65 ya existentes el año pasado, constituyen un indicio muy optimista para un ciclismo en ruta español que se está revigorizando pedalada a pedalada.