Hace años, la tendencia predominante, incluso en competición, para las ruedas de ciclismo de carretera debía ser máxima.
“Hay que inflar a tope, que estén bien duros”, se decía con frecuencia en la grupeta ciclista de hace años. Quizás sea por influencia del ciclismo de montaña a partir de finales de los años noventa, pero lo cierto es que poco a poco esta tendencia ha ido cambiando. Actualmente, ya no se cree que los neumáticos de carretera deben ir a la máxima presión, duros como piedras.
Más bien al contrario, la tendencia de los últimos años es que la presión de las ruedas de bici carretera debe ser más relajada. Y a este cambio han influido varios factores: mayor anchura de la llantas, mayor anchura de los neumáticos, estudios de rendimiento… Empecemos por esto último, los avances científicos han permitido elaborar estudios de rendimiento, basados en la física, en muchos ámbitos del deporte, entre ellos claro está el del material ciclista.
La aerodinámica es quizás el aspecto de la industria más beneficiado de esta evolución, pero también se han efectuado experimentos para conocer el rendimiento de los neumáticos en rodadura a diferentes presiones. La mayoría de estos estudios demostraron que los neumáticos inflados a mucha presión rodaban peor. La causa es de los “microbotes” que un neumático efectúa al rodar con mucha presión. Cada bote, debido a la dureza, suponía reducir el tiempo de contacto con el asfalto y por tanto disminuía el rendimiento de rodadura. Este efecto se incrementa en carreteras irregulares y no perfectamente asfaltadas (es algo que apenas afectaría, por ejemplo, en un velódromo).
El incremento de anchura de llantas y neumáticos en los últimos años también ha contribuido a reducir la presión de inflado. Al ser más anchos, los neumáticos permitían mayor capacidad de aire, pese a reducir la presión del inflado. ¿Ventajas? Mayor comodidad en la rodadura, mayor control, mayor resistencia a los pinchazos (los neumáticos son más “adaptables”, menos duros, y por tanto menos proclives a pinchar por llantazos, cristales, piedras…).
Esta mayor anchura tiene que ver también con el rendimiento (otros estudios han demostrado que favorecen la aerodinámica y el rendimiento) y también, por supuesto, la comodidad.
Respetar la presión recomenda
Todos los fabricantes indican en los flancos de sus cubiertas el rango de inflado máximo y mínimo para el mismo. Es en ese rango en el que debemos situarnos y adaptarlo a nuestro gusto; teniendo en cuenta también el tipo de carreteras por el que solemos rodar (si están en mal estado es mejor inflar algo menos), nuestro peso, la comodidad con la que queramos rodar e incluso la meteorología (con lluvia o humedad es mejor bajar la presión de las ruedas de bici de carretera).
Hay quien sitúa la “regla del 10%” como un indicativo idóneo para el inflado. Se trata de usar el 10% de nuestro peso en bares para proceder. Por ejemplo, si pesamos 80 kg, lo ideal sería 8 bares de inflado. Es una buena norma. También hay quien se pregunta si es necesario diferenciar la presión de la rueda delantera y trasera. La respuesta sería que no es necesario, pero en el caso de querer hacerlo inflemos siempre un poco más la rueda trasera que es la que soporta más peso.
Revisar habitualmente el inflado
Las ruedas suelen perder presión casi constantemente. Influye el clima, la presión atmosférica, el estado de la cámara, el uso o no de tubeless… Es importante que antes de cada salida revisemos el estado de inflado, sobre todo si somos de los que usamos la bici únicamente los fines de semana. Es muy probable que de domingo a domingo haya bajado la presión y tengamos que inflar. Si somos usuarios de tubeless es casi obligado realizar esta comprobación cada vez que nos montemos sobre la bici, ya que el tubeless pierde aire mucho más rápido que una cámara y cubierta.
El inflado correcto de las cubiertas es muy importante para tener una buena experiencia ciclista. Son nuestros puntos de contacto con el asfalto y, por tanto, debemos tenerlo en cuenta como un elemento de seguridad más. Esto también influirá en la duración de nuestras cubiertas, ya que si rodamos con poco inflado incrementaremos el desgaste. Por no mencionar un posible riesgo de llantazo que dañaría la rueda de la bicicleta, lo que nos saldría bastante más caro.