El llamado “Infierno del Norte” es probablemente la clásica del ciclismo con una idiosincrasia más definida y única. Son los 260 km llanos más famosos y duros de la historia de ciclismo. Los duros tramos adoquinados de la París-Roubaix son historia viva del ciclismo. Estas son las claves para entender el valor de este Monumento del ciclismo cuya primera edición se remonta a 1896.
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Pavés:
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Un entrenamiento:
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Ni una cuesta:
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Lucha en el barro:
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Cinco estrellas:
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No sale de París:
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Infierno del Norte:
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El viejo Velódromo:
Lo podemos llamar adoquín o pavés, eso da igual. El caso es que los 50 km de tramos adoquinados son la parte más jugosa de la carrera. Estos tramos son tan importantes para la zona del norte de Francia por la que pasa la carrera, que hay varias asociaciones de vecinos que se encargan de mantener y conservar estos precarios caminos en un estado lo más parecido al original. Son patrimonio del ciclismo.
Inicialmente la carrera fue considerada como un entrenamiento para otra prueba entonces más prestigiosa: la Burdeos-París. La carrera se pone en marcha en una época en el que las pruebas ciclistas eran el no va más en lo de poner a prueba tanto el desarrollo tecnológico (bicicleta) como la capacidad de superación humana. De ahí que aquellas pruebas pioneras tuvieran distancias impensables actualmente, con recorridos de incluso mil kilómetros.
Lo más llamativo de esta carrera es que probablemente sea la única de las grandes carreras que no necesita un repecho, una cuesta o un gran puerto para ser muy emocionante. La dureza de los tramos de pavés es más que suficiente para que los grandes ciclistas del momento se enfrenten sin piedad. Si la meteorología acompaña, los tramos de pavés son duros; en cambio, si llueve o hay barro acumulado, esa dureza se convierte en un enemigo despiadado para la mayoría de ciclistas.
Ya hace años que no sucede, pero realmente la París-Roubaix cambia radicalmente en caso de lluvia. La carrera se hace tremendamente dura y es casi patético ver cómo muchos ciclistas apenas se pueden mantener en pie sobre la bicicleta. Durante muchos años lo normal era que el pelotón se enfrentara a lluvia, frío y barro sobre los adoquines. Por eso Sean Kelly llegó a decir: “Una París-Roubaix sin lluvia no es una auténtica París-Roubaix”.
No todos los tramos adoquinados son iguales ni tienen la misma dificultad. Al igual que sucede con los puertos de montaña, hay una clasificación que indica la dureza de los mismos. Los tramos más duros son los “cinco estrellas”: Trouée d’Arenberg, Mons-en-Pévèle y Carrefour de l’Arbre. Más que la distancia de estos tramos (entre 2 y 4 km), es el estado de su adoquín lo que los hace más o menos duros.
Desde hace muchos años, la carrera en realidad no sale de París. Se sale desde Compiègne, unos 50 km al norte de la capital francesa.
En realidad este calificativo no se usó inicialmente para definir la carrera. La frase sirvió a un reportero para indicar que los ciclistas tenían que atravesar el Infierno del Norte, en referencia a cuál era el estado de esa zona del país justo al término de la Primera Guerra Mundial.
Sin duda otra seña de identidad de esta célebre carrera. Antes de finalizar esta gran clásica los ciclistas deben rendir homenaje a este viejo velódromo, completando vuelta y media sobre su óvalo. El ritual de pasar por las viejas duchas, con los cajones de granito decorados con el nombre de los ganadores, es otro de los tributos que los ciclistas rinden a la historia de este deporte.