“Ha sido un año perfecto”. Lo dijo Joaquim ‘Purito’ Rodríguez (1979, Parets del Vallés) en Saitama, critérium final de temporada ciclista que organiza ASO en territorio japonés. Hablaba de su victoria en la Vuelta al País Vasco, de las dos bellas etapas anotadas en el Tour de Francia después de renunciar a sus planes de asaltar el podio (“me gusté a mí mismo; fui capaz de cambiar el chip sin venirme abajo”), de su meritoria segunda plaza en la general final de la Vuelta a España sólo por detrás del intratable Fabio Aru.
2015 vio a un Purito Rodríguez maduro y tranquilo. Resulta inevitable trazar el contraste con aquel Purito nervioso, trompicado e inevitablemente errabundo de la temporada anterior. Entonces el catalán no supo gestionar sus expectativas ni las de aquellos que le presionaban a su alrededor. Corrió Giro, Tour y Vuelta lesionado, en mala forma y fatigado, respectivamente. Un ascua más en el seno de un Katusha en llamas.
No obstante, lo importante no es qué sucede sino qué valor le otorgamos. Purito supo aprender de aquella sucesión de derrotas. Comparado con la persona ansiosa y sardónica que aparecía ante la prensa en 2014, el hombre de la rueda de prensa de Cercedilla, colofón de la pasada Vuelta a España, era un galán. Se le veía genuinamente feliz pese al obvio cansancio y a la segunda posición, orgulloso de rubricar un puesto de honor labrado no sólo a base de capacidad física sino de estrategia y tino frente a rivales más fuertes.
En la víspera de Nochevieja, el escalador catalán publicó en su Instagram una imagen de su nuevo tatuaje. “Mi puzle, mi carrera, mis victorias y mis ‘derrotas’, mi ciclismo…” En él se atisban piezas inscritas con términos que inspiran recuerdos felices, como “World Tour 10 12 13”, “Lombardía 13” ó “Flecha Valona”, y otros más amargos como “Il Giro” (lo perdió en 2012 ante Hesjedal) o “Firenze” (el arcoíris que se le escapó).
“No están todas las piezas en su sitio”. A la brillante carrera deportiva de Purito Rodríguez le falta un último hito, el broche de oro. Su palmarés anhela ese triunfo apoteósico. La memoria de los aficionados desea una imagen de Purito que pase a la historia y reemplace la de su llanto inconsolable en el podio del Mundial.
2016 es la gran ocasión de Purito Rodríguez
Katusha confía en él y, aunque le ha privado de su mejor gregario (Dani Moreno; su baja se suma a la del positivo Giampaolo Caruso), le ha brindado un nuevo lugarteniente (Jurgen Van den Broeck) y un calendario a capricho: Dubái, Algarve, Tirreno, Catalunya, País Vasco, clásicas de las Ardenas, Dauphiné, Tour de Francia, San Sebastián, Juegos Olímpicos y (“lo más seguro”) Vuelta a España. En la gran ronda francesa podrá pelear por subir de nuevo al podio; en Rio tendrá la oportunidad de colgarse el oro olímpico en un circuito propicio para sus características; y, para terminar, en la Vuelta podrá aspirar a lo más alto. Si su 2015 fue perfecto, 2016 tiene todos los ingredientes para ser aún mejor.