La aparición de las calas automáticas, la integración de las marchas en las manetas y la evolución de los desarrollos cambió para siempre la manera de practicar el ciclismo y provocaron la revolución de la bicicleta.
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Pedales automáticos:
El Tour de 1985 lo ganó el francés Bernard Hinault. Fue su quinto y último Tour triunfal y lo hizo apostando de forma prácticamente individual por un avance tecnológico de la revolución de la bicicleta: los pedales automáticos (ver imagen 1). Hinault se llevó siempre muy bien con las novedades técnicas (su equipo La Vie Claire fue el primero en apostar por las bicis con tubos de carbono). La idea de los pedales automáticos proviene del mundo del esquí alpino, un deporte en el que ya hacía años que se usaban esas fijaciones para llevar los esquís bien asegurados a los pies y que, en caso necesario, pudieran soltarse de manera automática. Hinault aún participará en otro Tour, el de 1986, luciendo casi en exclusiva esas fijaciones automática. Es curioso, porque a muchos grandes ciclistas les costó mucho dejar los clásicos pedales con rastrales: Stephen Roche aún ganó el Tour de 1987 con el pedal clásico, Lucho Herrera también cabalgaba las cumbres de ese modo… y de los que más alargaron el uso de los pedales clásicos fue Miguel Indurain; poco amigo de las innovaciones, el campeón español aún los usaba en 1989, cuando ya los pedales automáticos se habían generalizado en la revolución de la bicicleta.
Etapa final del TDF 1985, Hinault con pedales automáticos mientras que el resto de ciclistas usan rastrales.
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Cambio de marchas integrados en las manetas:
Otra imagen clásica del ciclismo de los años 70 y 80 del siglo pasado era ver a los ciclistas echar mano al cuadro para cambiar de marcha. Hay que recordar que en aquel entonces, las pequeñas levas no estaba indexadas ni sincronizadas, así que el cambio de plato y de piñón se hacía “al tacto”. Eso, como se puede suponer, daba muchos problemas y más de uno perdió alguna carrera por culpa de no engranar la marcha adecuada. De hecho, escoger la corona idónea era fundamental en los esprints finales, ya que una vez lanzada la “volata” era imposible cambiar. La empresa Shimano fue la primera marca de componentes que puso en el mercado los cambios integrados en las maletas de freno hacia 1985.
Cabe destacar que aquí el avance técnico de la revolución de la bicicleta era doble: colocar los cambios en el manillar y, muy importante también, que estos fueran indexados: un click equivalía ahora a un cambio de marcha. Aún así, en aquellos años Shimano no era el gigante que ahora domina el mercado ciclista. El resto de marcas (Campangolo, Suntour, Mavic…) aún tardaron unos años en adoptar las maletas integradas como un nuevo estándar. Curiosamente, fue Miguel Indurain el primer ciclista en alzarse con el triunfo en el Tour de Francia con una bici equipada con cambios en las manetas; lo hizo sobre su Pinarello blanca de 1992.
Indurain y Chiapucci en el Tour de 1991. Los dos llevan calas automáticas pero Indurain aún usa cambios en el cuadro.
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Evolución de los desarrollos:
No hace falta remontarse muchos años atrás para comprobar el enorme cambio que provocó la revolución de la bicicleta, y también las enormes consecuencias, que ha supuesto la evolución de los cambios de desarrollos en el ciclismo. Perico Delgado ha explicado más de una vez que ganó su TDF de 1988 equipado con un desarrollo máximo de 42×25 (siete coronas). En los noventa, se generalizó el plato pequeño de 39 dientes, pero no fue hasta bien entrado el siglo XXI (2005-2006), cuando se popularizaron los llamados desarrollos “compactos”, instalados sobre cambios de marchas de 10 velocidades. Aquello coincidió con el boom del ciclodeporte en la revolución de la bicicleta. El ciclismo, tanto de montaña como de carretera, empezaba a popularizarse y eso obligó a los fabricantes a ofrecer desarrollos más asequibles para un tipo de aficionado menos preparado. Los compact implicaban una combinación de platos de 50/34 y un casete con rango 11-25; eso permitía a usuarios menos preparados escalar con cierta solvencia. Pero espoleada por el éxito sin precedentes en ventas y clientela, la industria se esforzó por ir más allá y a partir de 2010 empezaron a aparecer grupos de 11 marchas que ofrecían casetes 11-32 (es una simplificación porque actualmente las combinaciones posibles permiten grupos de 12v con coronas grandes de hasta 34 dientes, platos semicompacts 52/36 e incluso grupos monoplano de hasta 13 coronas). Toda una revolución de la bicicleta que vino acompañada por la fiebre de la “cuesta empinada”. A ese fenómeno contribuyeron los organizadores de carreras, sobre todo los de La Vuelta a España. Puertos con rampas imposibles, como el Angliru, Xorret de Catí o el Zoncolan, se pusieron de moda; cuestas sostenidas por encima del 15 y 20%, obligó incluso a los profesionales a usar desarrollos más grandes.
También “la moda” de escalar con más cadencia, el famoso molinillo, benefició el impulso de la industria. Con los desarrollos que se usaban en los tiempos de Perico o Indurain era impensable que subieran puertos com Alpe d’Huez o el Tourmalet con las cadencias que exhiben actualmente Froome, Yates o Roglic.
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